Es la historia de siempre, cambian los protagonistas pero el resultado, pasadas unas semanas, suele ser el mismo. Desde la segunda fila, o desde la Oposición, las cosas se ven de manera distinta a cuando se toca poder. Es en el momento del cambio de situación cuando se suele producir una metamorfosis, difícilmente explicable, por la que todo molesta, no se quiere ningún ruido, nada de contrastar ideas de las manera más civilizada, con la palabra y el contraste de opiniones, mediante el debate.
Al equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Estepona ya le ha entrado el síndrome del silencio, ese por el cual cualquier voz disonante con sus maneras o actuaciones se califica, automáticamente, como crispante y donde lo único a lo que se aspira es a la mesura mal entendida, la gubernamental, la del silencio o, en su defecto, la fanfarria para mayor gloria del que gobierna.
Y ese es el plan, el primero, que se han trazado las altas instancias del gobierno local. Nada de enfrentamientos verbales, nada de debatir, sólo opiniones unipersonales sin posibilidad de réplica, una táctica tan vieja como, muestras hay de ello, poco productiva si se habla en términos de de rentabilidad política. El silencio, dar la espalda al debate, puede tener muchas lecturas, entre ellas la que quiere trasmitir el ejecutivo local, la de la calma, pero también se puede interpretar como un rehusar por no saber qué decir, tener miedo a que alguien pueda sacar los colores, incapacidad, ... y todas ellas podrían ser igualmente válidas.
Que asuntos como los impuestos o las posibles medidas a adoptar en materia de Personal, merecen que alguien salga a la palestra y pueda dar explicaciones y, sin miedo a las palabras o a las ideas, debatir. Flaco favor se está haciendo el equipo de Gobierno con esa táctica del avestruz mal entendida porque se corre el riesgo de que los ciudadanos lleguen a creer que, como apuntan algunos analistas, no tienen ningún plan y sólo el dejar pasar el tiempo es la estrategia.
Cierto que, por desgracia para unos y fortuna para ellos, los debates sin apriorismos a los que se han acostumbrado los ciudadanos de Estepona están llamados a desaparecer, cosas de la Junta, y puede que lleguen otros, seguramente más aterciopelados, sin tanta ‘crispación’, donde el que mande sea siempre el que controle...
ATC Journal. ¡Llevamos la información!
Al equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Estepona ya le ha entrado el síndrome del silencio, ese por el cual cualquier voz disonante con sus maneras o actuaciones se califica, automáticamente, como crispante y donde lo único a lo que se aspira es a la mesura mal entendida, la gubernamental, la del silencio o, en su defecto, la fanfarria para mayor gloria del que gobierna.
Y ese es el plan, el primero, que se han trazado las altas instancias del gobierno local. Nada de enfrentamientos verbales, nada de debatir, sólo opiniones unipersonales sin posibilidad de réplica, una táctica tan vieja como, muestras hay de ello, poco productiva si se habla en términos de de rentabilidad política. El silencio, dar la espalda al debate, puede tener muchas lecturas, entre ellas la que quiere trasmitir el ejecutivo local, la de la calma, pero también se puede interpretar como un rehusar por no saber qué decir, tener miedo a que alguien pueda sacar los colores, incapacidad, ... y todas ellas podrían ser igualmente válidas.
Que asuntos como los impuestos o las posibles medidas a adoptar en materia de Personal, merecen que alguien salga a la palestra y pueda dar explicaciones y, sin miedo a las palabras o a las ideas, debatir. Flaco favor se está haciendo el equipo de Gobierno con esa táctica del avestruz mal entendida porque se corre el riesgo de que los ciudadanos lleguen a creer que, como apuntan algunos analistas, no tienen ningún plan y sólo el dejar pasar el tiempo es la estrategia.
Cierto que, por desgracia para unos y fortuna para ellos, los debates sin apriorismos a los que se han acostumbrado los ciudadanos de Estepona están llamados a desaparecer, cosas de la Junta, y puede que lleguen otros, seguramente más aterciopelados, sin tanta ‘crispación’, donde el que mande sea siempre el que controle...
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